martes, 5 de marzo de 2024

¿Sabés nadar?

 

(Serafín Cuesta)

 

El nadador alado pasó sin ser notado,

a una altura humilde pero respetable.


Después volvió a pasar

ante la indiferencia del rebaño

de nadadores ápteros y sus pastores.


Y repitió la operación tantas veces

como no era necesario:


No lo notaban, permanecían ajenos

a su vuelo inverosímil, tan absurdo

como fuera de contexto.


El nadador alado, notó que nadie lo notaba

menos yo, y descendió con cuidado

deteniéndose a mi lado sin anonadarse:


¿Notás algo raro? Me preguntó sin levantar

la voz para no levantar sospechas.


-No, nadador, nada en particular. Todo es

raro aquí en la tierra.


-¿Sabés nadar?


-Algo sé, pero no nado ya.


-Hacés bien, es difícil nadar contra la corriente;

y tal vez inútil.


-Sí, pero vos al menos tenés alas, sos más libre.


-No creas. En el aire, como en el agua y en la

tierra, siempre hay corrientes: Pasa una y viene

otra. Es difícil moverse en sentido distinto, es

difícil ser libre en cualquier elemento.


-Sí, puede ser, pero acá nadie lo nota; todos nadan.


-Casi nadie, es notable. Es que es peligroso

apartarse del rebaño. Tal vez sea mejor no notar

nada y seguir nadando con la corriente a favor,

hasta que cambie.


-Todo cambia…


-No, no todo; eso es lo que predican ellos

para convencer a sus rebaños que nadan…


Y antes de levantar vuelo, me confesó

su desarraigo innato y la relación con ese

cuerpo anómalo y absurdo, tan absurdo

como todo.


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