(Tomás Mercante)
Al poema hay que saber leerlo.
No se lo puede leer así nomás,
a la pasada.
Hay que agarrarlo de las guampas
y estrujarlo hasta que desembuche
todo lo que sabe:
Apretarlo sin asco hasta que escupa
todo y no le quede nada.
Recién ahí, soltarlo y ver lo que
escondía: todos esconden algo,
y no puede ser detectado a simple
vista por el lector mediocre.
Pero a veces, no funciona:
Si no soltó nada, es que tal vez
no lo estrujamos lo suficiente.
O bien, el poema no funciona
y no tiene nada que soltar,
de lo que se desprende que no es
un auténtico poema.
En ese caso, hay que darle su merecido,
hacer justicia y olvidarlo
para que aprenda.
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