(Remigio Remington)
Ante los pronósticos de expertos
y estudiosos sobre el advenimiento
del colapso definitivo del mundo
inteligente, le elección de una profesión
con futuro perdía todo sentido, si
tuviera alguno:
¿Qué iba a hacer con el futuro de mi
profesión, una vez colapsado el futuro
en su conjunto?
¿De qué me serviría ese excedente
de futuro sin espacio donde aprovecharlo?
Una carrera es una inversión: como un hijo,
o plantar un árbol, escribir un libro, una
página o un poema…
II
¿Todo es inversión?
Depende, no se puede afirmar nada definitivo
por ahora: Esta palabra es tan dinámica como
el tiempo, del cual depende para existir, como
casi todo; y el tiempo es cambiante por naturaleza.
Antes de inventar el tiempo, la inversión nos era
ajena, y tan desconocida como otras funciones
que debemos a él.
Con la posesión del tiempo, como noción central
y axial para la organización de la vida inteligente,
junto a las magnitudes que lo miden, en forma
casi automática surgió la inversión:
Mientras algunas mentes desarrollaban una
elaboración incipiente de teorías cosmogónicas
y comenzaban a esbozar un pensamiento más
o menos filosófico en torno a esta nueva noción,
inédita y cargada de futuro, otras no perdían el
tiempo y ya estaban invirtiendo.
Todo indica que la pérdida de tiempo, es anterior,
incluso a la aparición de los primeros poetas.
III
Pero la inversión ya no se detuvo, y comenzó a
expandirse sin control, como un virus, a la luz
de otro invento capital: la propiedad.
Tal fue su evolución, que ahora nos preguntamos
con fundamento. ¿Todo es inversión?
No, todavía no: está el amor, sostiene algún
escéptico anacrónico. Hablemos de amor
¿Qué es, cómo funciona?
Bien, es un sentimiento casi natural: Uno
deposita su deseo en otro, y comienza a cultivar
un sentimiento de posesión propio del vínculo,
esperando reciprocidad para obtener un beneficio
común, en función del tiempo.
A veces no funciona, y hay que probar con otra
inversión: El amor es como una plantita que hay
que regar cada día, abonar y cambiarle la tierra
de vez en cuando, y reemplazarla cuando acaba
su vida útil.
Pero dejemos el amor, que nadie sabe bien qué es,
y ya hay suficiente con los poemas de amor, Erich
Fromm, y las telenovelas:
Mejor volver a la inversión, mientra el tiempo lo
permita. Todavía no se puede afirmar que todo
es inversión, pero no falta mucho.
Ahora atravesamos una crisis, tal vez la última,
pero pudimos averiguar que se debe a la falta
de inversiones: No supimos atraer las que
necesitábamos, y ahora estamos pagando las
consecuencias.
Sabíamos que la educación es la mejor inversión,
pero, acaso por un error de interpretación, la
confiamos a los inversores: Ellos no suelen
fracasar, lo sabemos.
Ahora es tarde para lamentarse, y para pensar
en el futuro…
Es mejor pensar en carreras cortas, es lo más
seguro: cuanto más cortas, mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario