(Serafín Cuesta)
El poeta ocasional
está llegando al ocaso.
Antes se celebraba cuando alguien
no reconocido pro su actividad
poética, se aventuraba a escribir
un poema.
Ahora, eso ya no ocurre: Hacerlos,
dejó de ser algo propio y exclusivo
de poetas.
La democratización del uso de la función
poética, favorecida por el desarrollo de los
medios de comunicación virtual, hizo que
todo el mundo descubriera su propio
potencial virtual como poeta, y se sintiera
autorizado a tramitarlo.
El libro de poemas, si bien casi nunca fue
considerado mercancía, todavía ofrece
alguna resistencia en los estantes de las
buenas librerías, pero no deja de ser un
anacronismo:
Su precio lo aleja de los castigados bolsillos
de las mayorías consumidoras, e incluso de
los potenciales u ocasionales lectores de
poesía.
Además ¿Para qué gastar en esos objetos, si
uno puede seguir a su poeta favorito a través
de las redes, o en su propia página virtual?
Ni siquiera es necesario que sea poeta:
Cualquiera puede abrir una cuenta y acceder
a su propio espacio, donde publicarse a sí
mismo y coleccionar seguidores de todo tipo.
No importa la calidad; los que la buscan
sabrán donde encontrarla. La oferta es lo
suficientemente diversa como para que nadie
quede afuera.
Es trabajoso determinar quién es un auténtico
poeta entre tanto aspirante y aventurero. Pero
el poeta ocasional es cosa del pasado, y parece
extinguirse inexorablemente.
Tal vez sea auspicioso que ésto ocurra, y la
producción de poemas se democratice, acaso
cumpliendo la profecía de Isidore Ducasse, el
legendario Conde, uno de los grandes aportes
orientales a la cultura universal: “Algún día, la
poesía será escrita por todos”
(Lo que no significa que todos debamos ser,
necesariamente, poetas. Ni siquiera ocasionales)
Ahora voy a subir a mi blog este poema, que no
sé si aclara algo pero muchos deben estar esperando.
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