(Serafín Cuesta)
Ayer planté un geranio:
no me dijo ni a,
ni o.
Es un geranio nigeriano
que me trajo una amiga
de Estambul.
Acá no se consiguen; para ser
un geranio es bastante llamativo,
casi exótico. Eso me gustó:
No me gustan las cosas comunes,
las fosas comunes, los sentidos
comunes, ni los lugares comunes.
Pero en Nigeria abundan,
y nadie les da ningún valor.
A éste se le subieron los humos,
si hubiera sabido que iba a recibir
ese desplante ni lo plantaba.
¿Acaso creerá que en Nigeria
iba a estar mejor?
Los geranios de acá son agradecidos,
aunque sean más bien comunes.
La ingratitud vegetal es difícil
de digerir: No hay que plantar
cualquier cosa sin saber cómo
va a responder.
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