domingo, 21 de enero de 2024

Cantos envidiables

 

(Serafín Cuesta)

 

¿Por qué será, que el gallo ajeno

siempre canta mejor que el propio?


Se lo percibe más afinado, pero también

más preciso en el fraseo, la métrica, los

cortes y las pausas.


¿Será que éste no llega a desarrollar lo

suficiente su autoestima?


¿Será que no cuenta con los estimulos

necesarios? ¿Acaso no sea tan feliz

como ese otro?


El filósofo cavilaba sin sosiego

buscando una respuesta reveladora:

la causa profunda de las diferencias

del canto genérico y su relación con

la propiedad, ese sentido, junto a los

vaivenes ontológicos de nuestra

percepción, siempre parcial y no menos

arbitraria.


El hombre cavilaba, vacilaba entre

su condición de receptor y filósofo,

y el movimiento del canto, que el ave

repetía con un dejo de goce.


Sospechaba de esos sonidos articulados

y de su propio pensamiento propio:


Ahí podía estar la clave de la imposibilidad

humana de entender el mundo y conocerlo

en un sentido profundo.


Ese conocimiento esencial para alcanzar

el entendimiento entre los hombres,

y también con otras vidas.


Por qué será, se preguntaba, que el gallo

canta y yo pienso…


Por qué, cuando pensamos comparamos.


¿Por qué no puedo dejar de comparar,

y disfrutar del canto ajeno, tanto

como del propio?


¿Es que nos cuesta más valorar lo propio

que lo ajeno?


¿Será que no tengo el gallo que merezco?


¿O será que yo no tengo gallo?


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