(Amílcar Ámbanos)
No creo en el desarrollo,
dijo el sabio, ya viejo,
sin jactancia.
Hay que saber ser viejo
para no jactarse de la edad,
una mera acumulación de
tiempo.
¿Tiempo muerto?
No creo, respondió: la muerte
es fin y producto del desarrollo
natural.
Por naturaleza, no creo en lo que se
desarrolla, aspira a o promete tal cosa.
¿Podría desarrollar la idea?
No, no tengo ideas que se desarrollen.
Antes prefiero concebir y observar
la idea como al poema: Los poemas
no se desarrollan, son lo que son
y no aspiran ni pueden ser otra cosa.
Los poemas nacen de un huevo,
a su tiempo lo rompen y salen, o no.
Hay distintas clases de huevos, algunos
no se rompen nunca y permanecen huevos;
no mueren: los huevos no tienen edad.
Toda la sabiduría de un viejo consiste
en eso: saber empollar ideas vanas,
absurdas, sin ninguna esperanza.
El resto es desarrollo, violencia, muerte
y desomposición.
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