(Senecio Loserman)
No es difícil hablar sin decir nada,
es decir nada que valga recordar.
De hecho, la mayor parte de lo que
se habla es materia olvidable.
Escribir es otra cosa:
Es difícil producir algo no olvidable.
Salvo en el discurso publicitario y en
el periodismo rentado, donde se busca
precisamente el efecto de entrar en
las memorias, con o sin conciencia del
sujeto receptor.
Quien escriba por el mero hecho de hacerlo,
(inclinación, goce, necesidad o vicio)
sea un ensayo, poema o narración, sabe que
es difícil evitar el olvido, casi siempre
automático:
Estamos hechos para olvidarlo todo, salvo
aquello que se vincula a nuestros intereses
más íntimos (que tal vez ni siquiera conocemos)
Es difícil escribir algo no olvidable, pero aún
más difícil es escribir siempre olvidable, sin
grietas ni altibajos, y mantener en el tiempo
esa línea de conducta.
Se requiere un trabajo metódico
y una concentración superior, intensa
y sostenida que sólo se logra con el
tiempo:
Hay que invertir un tiempo, como todo,
pero el trabajo da sus frutos si se tiene
suficiente paciencia.
Es algo difícil, pero no inalcanzable:
Yo recuerdo haberlo conseguido,
después de años de trabajo sistemático
para dominar la técnica.
Pero ya lo olvidé: Ahora sólo escribo
aforismos, mayormente olvidables.
No es lo mismo, pero no creo entrar
en contradicción con mis principios,
lo que no es fácil:
Es común olvidarlos.
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