lunes, 1 de enero de 2024

La humildad

 

(Carlos Inquilino)

 

Es difícil ser humilde.

Algunos sostienen que contradice

el mandato biológico que portan

nuestros genes:


Estamos diseñados para la competencia,

a lo que debemos haber sobrevivido a

condiciones adversas, tanto como a

nuestros predadores.


También la conquista de la conciencia

y el éxito obtenido en la carrera evolutiva

cuya vanguardia expresamos, y nos permitió

expandirnos como especie superior y

dominante, imponiendo al resto y a la

Naturaleza toda nuestras propias condiciones

en pleno desarrollo.


Si fuimos capaces de todo esto

¿Qué obstáculos impedirían la expansión

de nuestra voluntad inteligente y el ejercicio

del poder para diseñar nuestro futuro, y el de

toda la biomasa?


Es difícil sostener la humildad, desde esta

perspectiva, no parece haber argumentos

sustentables y objetivos para defenderla.


Los pocos que lo logran lo disimulan bien,

pues saben que resulta sospechoso: Casi nadie

confía mucho en la condición humilde, y se

sospecha que pueda encubrir algo peor.


Tanto para la opinión pública, como para las

autoridades y los formadores de opinión más

reconocidos, la humildad expresa una dificultad

de integración y un comportamiento anómalo

para el tejido social; casi un rasgo patológico.


Los humildes no tienen aspiraciones;

se contraponen a la voluntad de progreso

y superación que reina en la sociedad,

impulsada por la gente de bien.


El humilde no quiere crecer, es reacio a

la sana competencia. No busca imponer

sus creencias, ni confrontar y no participa

en las discusiones ni en las decisiones

importantes.


Es complicado practicar la humildad,

más allá del ámbito religioso.

La realidad no ofrece muchas oportunidades

a los humildes, lo que hace que su número

se reduzca.


Yo conozco pocos humildes auténticos;

hay cosas que se pierden, tal vez para siempre.

Muchos se han visto obligados a negociar

para conservar su lugar, aunque sea un lugar

humilde.


Acaso sea ese el costo del progreso: Yo prefiero

reservarme la opinión y mantener la humildad.

Aunque se hace difícil:


De los pocos que conozco, quizás yo sea el más

humilde; casi como un poeta. Pero nunca lo diría,

no soy de jactarme y no quiero entablar competencia

ni despertar envidia.



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