(Serafín Cuesta)
Besable es casi todo
para los cuerpos labiados.
Laborioso es para los otros,
deben aguzar el ingenio y
crear lo que no tienen:
imaginar la cavidad que no poseen
y presentarla de un modo verosímil.
Los labios son la parte visible
de una oquedad constitutiva.
A la Naturaleza le tomó su tiempo
dar forma a esta creación, a veces
engañosa hasta alcanzar la perfección.
II
Besable es casi todo
para los seres labiados: Sonreímos
a otros labios esperando una respuesta
simétrica (la sonrisa asimétrica suele
ser descartada por la mayoría labiada)
Nos entregamos a unos labios
que a menudo no son lo que prometían.
Comprobamos: toda cavidad es engañosa.
¿Falso o verdadero?
Los labios de la mente vacilan: Acaso
la verdad no sea sino otra oquedad,
tan engañosa como todas.
Pero la Naturaleza es sabia, y el engaño
bien puede ser parte de la perfección.
Si el engaño es perfecto, no hay otra
cosa a que aspirar.
III
Besable es casi todo
para los organismos labiados:
Sólo los más organizados gozamos
de labios y ostentamos sus propiedades.
Ellos son la parte visible y besable
de una oquedad.
El engaño es cosa común entre nosotros,
lo frecuentamos y prodigamos
con envidiable labilidad, tanto como la
libertad de elegir a quien besar:
Percibirnos libres es ya un engaño prodigioso.
Tal vez el beso más seguro
lo ofrezcan cavidades desdentadas,
ajenas a los metabolismos del engaño.
Los marineros besan y se van,
saben ser criaturas ávidas,
aviesas y avezadas en este
arte.
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