lunes, 15 de enero de 2024

Una luz bajo el nivel del túnel

 

(Serafín Cuesta)

 

Soliviantado y solo

desenfundé mi luz interior

y vi que amancillaba.


Era tarde para esperar

los beneficios de un cambio,

suponiendo que fuera verdadero

y aceptando que las verdades cambian,

y que tal vez sea esa la única verdad verificable.

 

Era tarde para acogerse

al beneficio de la duda.

Nadie aspira a prolongar sus dudas

más de lo razonable:  Nadie sabe cuánto es.


Las aspiraciones cambian con el tiempo:

no aspiramos dos veces lo mismo.


Algunos sólo aspiran a llegar a viejos

y disfrutar en primera persona

la declinación en curso de este mundo

en avanzado estado.


Nunca tuve esta aspiración, ni otras

para intercambiar con algún prójimo

o aspirante.


En nuestra escueta historia, pocos aspiraron

a cambiar el mundo. Fueron menos los que

lo intentaron, y todos fracasaron.


¿Un resultado justo?

Sí, si consideramos que la voluntad

de las mayorías es justa.


Yo siempre tuve dudas, pero era tarde

para cambiar de ambiente, de compañía

o aspirar a otra cosa.


Tenía la luz que necesitaba

para sumergirme en pensamientos vanos

sin ningún destino: ¿Qué se puede esperar

de los destinos?


Podía sumergirme, hasta veinte atmósferas

y disfrutar de mi reloj sumergible heredado,

tantas veces como deseara.


¿Hay algo más deseable que repetir?


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