(Germán Singerman)
Hay que estar preparado para la vejez;
puede llegar en cualquier momento
y tomarnos por sorpresa.
A un viejo, no lo sorprende casi nada:
está acostumbrado a no entender mucho
de lo que pasa a su alrededor, y más allá
menos.
Entiende que es natural que le resulte
ajeno lo que antes no lo era, y lo acepta:
es un viejo, no hay mucho que entender.
Hay que saber permanecer ajeno
y prepararse para el futuro, donde
la evolución de la enajenación se irá
pronunciando en todos los sentidos,
hasta perder la memoria, la movilidad
y la conciencia.
No hay mucho más que perder.
No todos estamos preparados para ser viejos.
Aunque sabemos que es algo natural
y una forma de evolución inevitable.
Nunca pensé en llegar a viejo, no era capaz
de imaginarme viejo, pero reconocía esos
signos en otros, menos y más cercanos.
Ahora me tocó a mi, ya llegué, y vacilo:
Casi que no me reconozco.
Si hubiera estado preparado sería otra cosa...
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